Historia de los elevadores
El ascensor no es un invento de nuestros tiempos, desde la antigüedad ya se conocía su uso, no tal como lo conocemos actualmente ni con la misma tecnología, pero si como el medio de desplazar la carga desde un punto hasta otro.
Es nuestro propósito presentar los protagonistas que a través de la historia colaboraron a la invención y mejora del producto final que hoy conocemos con el nombre de Ascensor.
El origen del ascensor o montacargas (entendido como medio para transportar, remolcar, empujar, apilar, subir o bajar distintos objetos y elementos), se remonta a la antigüedad, junto a la invención de los sistemas de polea y grúas.
Los egipcios lo utilizaron para extraer agua o levantar materiales de construcción. Los montacargas tuvieron un papel importante en la construcción de las grandes pirámides.
La primera prueba documentada de su uso precede de Grecia, en el año 236 de nuestra era, cuando el matemático, físico e inventor griego Arquímedes de Siracusa, ideó entre sus inventos más destacados dos que incidieron de forma directa en la evolución del ascensor: la polea compuesta y el tornillo sin fin de Arquímedes.
Gracias a sus aportes, Arquímedes fue capaz de ser el primero en construir un elevador que funcionaba con cuerdas y poleas.
La primera evidencia de ascensores primitivos, accionados por la energía y ruedas de alimentación o el agua, se remontan al tercer milenio A.C., como se puede ver en el Coliseo de Roma en el año 80 de la era cristiana. Estos montacargas servían para que tanto los gladiadores y las fieras pudieran acceder a la arena, movidos mediante la fuerza humana o animal. Sin embargo, la historia de los elevadores en el sentido moderno, se inició en el año 800, cuando el movimiento se aplica a motores de vapor o a sistemas hidráulicos.
A partir de 1835, la evolución del ascensor se aceleró gracias a las máquinas de vapor: estas se empezaron a usar para levantar cargas de gran tonelaje en las fábricas inglesas. El agua y la fuerza tuvieron mucho éxito. Muestra de ello, es que solo 10 años más tarde, William Thompson (1775–1833) puso en marcha el primer ascensor hidráulico de la historia, elevándolo mediante presión de agua corriente, tecnología que todavía hoy es utilizada para mover grandes pesos y para el transporte de materiales en fábricas, minas y almacenes, de ahí viene el nombre de montacargas.
Por debajo de la cabina se acopla un pistón con un émbolo que entra y sale de un cilindro hundido en el suelo, tan profunda como el desplazamiento de la cabina. El funcionamiento era por medio de la energía hidráulica: un líquido, generalmente agua, que se inyecta en el cilindro para crear una presión suficiente para levantar la cabina, que luego desciende por la fuerza de la gravedad cuando el agua se drena del cilindro. Las válvulas que rigen el flujo de agua son reguladas por los pasajeros a través de las guayas que pasan a través de la cabina, el sistema se mejoro posteriormente con la introducción de la palanca de control y válvulas piloto, aparatos estos capaces de ajustar la velocidad de la cabina.
El ascensor comienza a ser ampliamente utilizado en los Estados Unidos desde mediados de siglo para una necesidad específica: crear edificios más altos de cuatro pisos, lo que en su momento era técnicamente posible desde hacía mucho tiempo, pero cuya aplicación valió la pena sólo con la aparición de los ascensores, ya que estos servían cómodamente a los pisos altos.
A mitad de los años 800, el repentino aumento en la concentración de población en las grandes áreas urbanas de la costa este de los Estados Unidos condujo un aumento en el costo de los terrenos para la construcción. En consecuencia, el aumento de la altura de los edificios, hacía que los constructores dispusiesen de una mayor cantidad de pisos de superficie vendible. Todo esto ayudó a que los ascensores se convirtieran en sistemas extremadamente valioso para el desarrollo de condominios verticales.
El siguiente paso, uno de los más importantes y decisivo en la historia del ascensor, fue el invento del brillante empresario e inventor estadounidense Elisha Graves Otis (1811 – 1861). En 1852 ideó un dispositivo de seguridad que dio lugar a ascensores seguros, porqué evitaba la caída y frenaba el ascensor en caso de rotura del cable de sujeción.
Con la llegada de la electricidad se introdujo el motor eléctrico en los ascensores en el año 1880 por el ingeniero e inventor alemán Werner von Siemens. El motor se instaló por encima de la cabina, a través de un sistema de ruedas dentadas de piñón que se adjunta en el bastidor. En los años posterior, el motor eléctrico se mejoró agregando a la transmisión un tornillo helicoidal (tornillo sin fin), entre el motor y el árgano, dispositivo que aún se usa en nuestros días.
Por otra parte las necesidades creadas para el funcionamiento del equipo de elevación, tales como la eficiencia, el costo relativamente bajo de la instalación, y la posibilidad de mantener una velocidad casi constante independientemente de la carga, condujeron a los inventores a buscar soluciones idóneas para utilizar los ascensores eléctricos incluso en edificios de gran altura. La presencia de contrapesos capaces de generar la tracción en los cables de tracción en la dirección opuesta con respecto a la cabina ayudó a obtener un equipo más eficiente.